El presente artículo resulta de la síntesis del ensayo “Un docente... un niño... una familia... en un amplio salón rodeado de bancos vacíos. El aula multigrado y la circulación de saberes”, realizado en el marco de la culminación de la carrera docente. El referido trabajo fue visto, en primer lugar, como una instancia de aprendizaje y de profundización teórica sobre una temática escasamente presente en la formación docente: la escuela rural.
Pero por sobre todas las cosas, realizar dicho ensayo significó retrotraerme a una etapa que quedó marcada a fuego en mi biografía escolar: la escuela rural. Esa que a veces se ve tan sola y abandonada. La que muchos consideran inferior, simplemente por su ubicación geográfica. La escuela
rural, aquella que en algunas instituciones recibe día a día a un solo niño (y por consiguiente, a una familia), “en un amplio salón rodeado de bancos vacíos”. La escuela rural, la misma que me vio crecer y que tanto me enseñó. A esa escuela rural, yo tenía la necesidad de aportarle algo, y en estos trabajos veo la oportunidad de hacerlo. A esa escuela rural, yo nunca la puedo olvidar, nunca la quiero olvidar.
Existe aún otro motivo que me llevó a inclinarme por esta temática: la “necesidad” de estudiar, en cierta manera, el medio donde vivo.
En mis largas horas diarias de viaje rumbo al centro que supo formarme como profesional, siempre me llamó la atención la constante y cada vez más profunda migración del campo a la ciudad, vista por mí desde el ómnibus en los frecuentes carteles de venta de campos y casas, lo que me llevaba a pensar en la escuela rural... ¿Qué será de ella si su gente, día a día, se marcha en busca de nuevos horizontes? Situación esta que lleva indudablemente al cierre de las escuelas rurales, dejando una comunidad sin escuelas, sin centro de referencia, sin una visión de futuro...
Fueron estos, simplemente, algunos de los motivos que me llevaron a escribir e investigar sobre la escuela rural; motivos y preguntas que aún nadan en mi mente, como si lo hicieran en un mar de incertidumbre.
El Programa Maestros Comunitarios (PMC), que se desarrolla en las escuelas hoy denominadas A.PR.EN.D.E.R (Atención Prioritaria de Entornos con Dificultades Estructurales Relativas), cumple diez años, y con esta motivación decidimos compartir nuestra experiencia.
Este programa tiene como convicción que lo necesario es mejorar el vínculo escuela-familia y encontrar pedagógica y didácticamente los caminos
para que nuestros niños tengan el deseo de aprender, perdido por muchas causas.
Con el compromiso de todos los actores involucrados en el programa: grupo de referencia, profesores de Educación Física, maestros, padres y comunidad nos proponemos caminar juntos hacia una Escuela Comunitaria y trabajar en forma colaborativa.
Con familias diferentes y niños diferentes nos aventuramos a buscar otros encuentros. Es así que se hizo necesario explorar los caminos donde todos debimos generar espacios de participación, ser parte de, donde todos reflexionamos y donde debimos repensar cómo gestionar una nueva manera de hacer escuela a través de actividades circenses.
La idea surgió el año pasado cuando reunidas la directora, la maestra comunitaria y la profesora de Educación Física con el motivo de planificar para el grupo de integración del Programa Maestro Comunitario, decidieron comenzar a realizar actividades circenses una vez por semana y se escribió un proyecto titulado “Rompecabezas” que se transformó en una gran aventura pedagógica.
Se comenzó entonces a formar el grupo de integración compuesto por niños con las siguientes características:
► Escasa motivación para aprender.
► Baja autoestima.
► Tímidos.
► Desmotivados desde la familia.
► Problemas de conducta e integración.
► Dificultad motriz, cognitiva, socioafectiva.
A través de dicho proyecto se intentará fortalecer los aspectos cognitivos, motrices y socioafectivos, fomentando un desarrollo integral del niño.
El presente artículo narra una experiencia llevada adelante en un grupo de cuarto grado, conformado por veinte niños que concurren al turno vespertino. La maestra a cargo del grupo pasó de tercer a cuarto grado con ellos con el objetivo de realizar un trabajo en ciclo, y de este modo poder continuar con algunos proyectos de trabajo, entre ellos el de Museo virtual, utilizando para ello la inclusión de las TIC.
La escuela en la que se encuadra esta experiencia se encuentra ubicada en el centro de la ciudad de Tacuarembó. Recibe una población muy diversa y en sus salones se puede observar la inclusión –“aulas inclusivas”– enmarcada en la Circular Nº 58 de junio de 2014. Esta normativa refiere a la inclusión en todas sus formas y establece distintos aspectos que deben ser considerados por todos los actores de la comunidad educativa.
La educación rural siempre se ha relacionado con el patrimonio cultural de su entorno, pero se advierte que por factores exógenos hoy en día goza de mayor implicancia. Se aprecia una fuerte revalorización de los bienes y los recursos patrimoniales existentes en los entornos escolares, los cuales pasan a adquirir el valor de recursos educativos puestos al servicio de la escuela y del ocio cultural de las comunidades que la rodean.
La escuela fomenta el concepto de aula expandida buscando elementos que mediante la vivencia directa y la observación ayuden a los alumnos a un mejor aprendizaje de los contenidos programáticos, promoviendo con ello la aparición de una nueva sensibilidad que se espera ayude a conservar la riqueza patrimonial existente, y de esa forma a democratizar el acceso a los bienes culturales de todos los habitantes del país.
Si se comunica y se valora el patrimonio cultural, se hacen aportes sustanciales para la formación integral de la persona en “el oficio de ejercer ciudadanía”.
En esta oportunidad, la revista tiene como tema central artículos sobre la enseñanza de la Matemática, especialmente referidos al trabajo en el campo multiplicativo.
Hay quienes conciben la Matemática como un cuerpo acabado de conocimientos, un conjunto de definiciones.
Otros, en cambio, piensan la Matemática como una construcción histórico-social, como un producto cultural, mirada que nos sitúa frente a un cuerpo de conocimientos que se va construyendo en el tiempo en una comunidad en la que unos problemas dan lugar a otros, formalizándose en nuevo conocimiento que se vincula, se relaciona con los anteriores modificándolos y enriqueciéndolos.
Entender la Matemática como una construcción tiene, indudablemente, consecuencias importantes en nuestra visión de su enseñanza en la escuela. Es decir, no solo qué Matemática vamos a enseñar, sino fundamentalmente cómo vamos a enseñarla.
Aprender Matemática implica entonces, desde esta mirada, construir el sentido de los conocimientos a partir de la resolución de problemas
y la reflexión en torno a estos. La resolución de problemas se convierte así en el eje desde el que se impulsa la construcción de conocimiento.
Para ello, estos problemas deben revestir ciertas características que los tornen en desafíos para cuya resolución se tienen herramientas de entrada,
pero no las herramientas óptimas, pues son estas las que se busca construir en la resolución de esa situación.
Concebir la Matemática como una manera de actuar, de proceder frente a los problemas, de construir saberes y herramientas para pensar, implica crear una comunidad de producción de conocimiento en el aula, que resuelva problemas, discuta, confronte opiniones, explore, formule conjeturas, explique, justifique procedimientos y conclusiones, argumente, valide.
Para que eso suceda es necesario que los alumnos hagan Matemática, y para hacer Matemática es necesario construir los conceptos en la interacción con el problema y con los otros.
Con relación al tema que nos convoca, es necesario precisar que el campo conceptual de las estructuras multiplicativas supone todas las situaciones que pueden ser analizadas como problemas de proporciones simples y múltiples, para las cuales generalmente es necesaria una multiplicación, una división o una combinación de ambas. Varios tipos de conceptos matemáticos están involucrados en las situaciones que constituyen este campo conceptual, y en el pensamiento necesario para dominar tales situaciones.
Entre tales conceptos están los de función lineal, fracción, razón, número racional, multiplicación, división.
En concordancia con este planteo, entrar en el campo de las estructuras multiplicativas supone una enseñanza a partir de las relaciones posibles.
“Los oficios rurales” constituye un proyecto que la Escuela Rural de Azotea de Vera, departamento de Soriano, viene desarrollando con el propósito de tener una “visión antropológica” de los oficios, que permita comprender nuestra identidad.
A partir de la búsqueda de información sobre los diversos oficios de base agraria y pecuaria que se han desarrollado en el correr del tiempo en nuestro país, se pretende reconocer cuáles son los que más implicancia tienen en nuestro medio, su permanencia, sus transformaciones y su
futuro. Se buscó el reconocimiento de los oficios rurales que se desarrollan en la zona, y se planteó la búsqueda de información sobre cada uno
de ellos. De ahí surgieron interrogantes sobre la permanencia, la transmisión o la extinción de estos oficios en el medio rural. En este sentido se
planteó la siguiente pregunta investigable: ¿Los oficios rurales seleccionados corren riesgo de extinción en nuestra zona? Ante ello, los alumnos
plantearon la siguiente hipótesis: existen algunos oficios rurales que no desaparecerán, porque sus productos son necesarios para el correcto desarrollo del trabajo agropecuario.
El objetivo es propiciar el conocimiento de los oficios rurales, y así realizar el rescate de este patrimonio intangible de nuestros pueblos. Se intenta promover la investigación de los oficios rurales desarrollados en nuestra comunidad y la posibilidad de su permanencia en el futuro, así como utilizar diversas estrategias e instrumentos que nos permitan obtener información, producir y comunicar resultados, estimular el trabajo colaborativo con todos los actores de la comunidad.
Las instituciones educativas del siglo XXI asisten desde hace algunas décadas a un profundo y generalizado cambio, el cual es visible
en todos los contextos en los que transcurre la enseñanza.
Este cambio refleja, en las aulas, las sustanciales modificaciones que está experimentando la sociedad: la confluencia de diversas culturas,
la existencia de múltiples capacidades, la pluralidad de intereses, necesidades y motivaciones.
En definitiva, existe una diversidad de diversidades, la que se refleja en la forma en que cada alumno aprende.
En este contexto, el reconocimiento de las diferencias en el alumnado es no solo una característica, sino un valor y un derecho fundamental
de las personas y de los colectivos.
El modelo de la diversidad parte del reconocimiento de la singularidad de todos los alumnos, a quienes se deben proporcionar todas las
ayudas, tanto individuales como a la comunidad educativa que los incluye (dimensión ontológica).
Se sustenta en la concepción de los derechos humanos, en el reconocimiento de “lo común” y en el respeto por aquello que determina también
características propias, las que nos hacen distintos a unos de otros (dimensión axiológica).
Finalmente, desde una dimensión metodológica, este modelo reconoce que el contexto debe ser el responsable y el generador de los apoyos, para garantizar las condiciones de equidad que permitan el acceso igualitario a la participación en la vida comunitaria y en el aprendizaje.
Promover una enseñanza de calidad, desde el modelo de la diversidad, exige un esfuerzo en el que deben confluir prácticas y compromisos de diversos sectores (políticos, sociales, culturales, educativos) y exige también una manera diferente de pensar la enseñanza, estableciendo planteamientos didácticos que reconozcan la diversidad de los alumnos que pueblan las aulas y promuevan estrategias en el proceso de enseñanza, dando cabida a la diferencia, favoreciendo respuestas flexibles en contextos educativos cada vez más diversos.
El Programa Escolar vigente incorporó Construcción de Ciudadanía entre las disciplinas escolares, abarcando bajo ese título diversos aspectos que hacen a la formación del ciudadano.
Estos aspectos incluyen saberes que pertenecen a distintos ámbitos del conocimiento, tanto los elaborados por distintas disciplinas como el “saber común” que portan quienes participan de la vida escolar (alumnos, docentes, comunidad).
Los saberes disciplinares involucrados integran, según indica el Programa Escolar, saberes filosóficos, antropológicos, sociológicos, políticos,
jurídicos y psicológicos.
Se jerarquizan la Democracia como forma de vida, los Derechos Humanos como valores universales y la Cultura de Paz.
Luego de revisar la concepción de ciudadanía a través de la historia, el Programa Escolar señala que es preciso apuntar a la construcción de una concepción alternativa de ciudadanía desde una perspectiva multidimensional: civil, política y social.
Advertimos que el reto pedagógico es enorme. Se nos propone, desde una multiplicidad de aportes de diferentes fuentes, elaborar proyectos
de enseñanza que más que transmitir contenidos, logren moldear en cada uno de nuestros niños un ciudadano crítico, responsable, solidario, cooperativo, con capacidad de resolver conflictos pacíficamente y partícipe activo de los asuntos de su comunidad local, de su país y del mundo.
Ante este desafío, en el presente número ofrecemos algunas propuestas elaboradas por docentes y profesionales de diversas áreas relacionadas con la temática, con el fin de contribuir en alguna medida a la difícil tarea que se le presenta a los maestros.
«La actitud de los educadores ante la innovación constituye uno de los factores más importantes de dicha innovación. La colaboración del docente se hace decisiva, pues, para la renovación pedagógica que supone la integración de las TIC en el campo de la educación. Por ello, es necesaria una reflexión y una toma de conciencia de la trascendencia de la innovación técnica en la enseñanza. A su vez, se impone, también,
una labor de formación y motivación del profesorado.» (Salinas, 1998)
En esa búsqueda de incluir la tecnología de forma efectiva y creativa al proceso de aprendizaje del alumno, se hace indispensable planificar
estrategias de intervención que redunden en la mejora de la calidad de la enseñanza.
Actualmente, muchas escuelas de diferentes contextos en nuestro país cuentan con una sala equipada para realizar videoconferencias, concebida originariamente para atender las necesidades de los niveles superiores (cuarto, quinto y sexto grado) en cuanto al acceso universal a una segunda lengua, diferente a la lengua nativa (hacemos referencia a Ceibal en Inglés).
Si bien las necesidades de las clases superiores quedarían contempladas por esta propuesta, cabe preguntarse: ¿de qué forma podemos acercar la población escolar de los primeros grados a la utilización de este valioso recurso? ¿Cómo puede el equipo de videoconferencias potenciar la calidad de los aprendizajes de estos alumnos?
Las posibilidades son muchas, claro está, y entre ellas subyace la idea de fomentar el trabajo colaborativo y/o cooperativo entre diferentes
instituciones educativas y docentes.
Con esa premisa, teniendo esos pilares como referencias, surge la iniciativa de trabajar a través de sesiones de videoconferencias
con otra institución educativa, con el propósito de que los alumnos intercambien experiencias, compartan, conozcan otras realidades, se
expresen, se diviertan y aprendan juntos. De la misma forma, para los docentes implicaría unirse para pensar, planificar, proyectar y plasmar
la propuesta, en una realización conjunta y coordinada que mejore la calidad de los aprendizajes de los alumnos y tienda redes, fuertes
lazos, entre las instituciones educativas y los docentes, fundamentados en los principios del trabajo colaborativo y/o cooperativo. Todo lo
anterior contempla las consideraciones que se expresan en la Circular Nº 64 (ANEP. CEIP, 2014), donde se fomenta la participación de
alumnos y docentes en redes y comunidades, promoviendo su intervención de forma activa, así como favoreciendo el aprendizaje colectivo.
La escuela rural tiene sus especificidades que están reconocidas en nuestra tradición pedagógica y en el Programa de Educación Inicial y
Primaria (ANEP. CEP, 2009:13), en el que se menciona esa larga tradición y el concepto de “escuela productiva” plasmado en los “Fundamentos
y Fines del Programa Escolar para Escuelas Rurales” de 1949. También hace referencia a que hoy se vive una “nueva ruralidad”.
Pensando en términos de equidad y de igualdad de oportunidades educativas para los niños y niñas que deberán desempeñarse en cualquier
medio, es con el apoyo y la participación de las comunidades que se transitará en la construcción de una comunidad educativa que apoye a
los docentes que van a ejercer su profesión a los medios rurales, y que se pueda brindar una educación de calidad sin perder de vista lo local,
pero atendiendo a la formación para lo global.
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