La Escuela Nº 73 ubicada en el medio rural, en Paraje Parish, está a cuatro kilómetros al oeste del km 233 de Ruta 5, distante cincuenta
y cinco kilómetros de la capital departamental y quince kilómetros de la localidad de Carlos Reyes, perteneciente a la 3ª Sección Judicial y
Policial del departamento de Durazno.
El presente es un trabajo colaborativo, iniciado en tareas de campo con tres docentes, y con esta primera etapa cerrada por un equipo
más amplio de profesionales. El objetivo propuesto fue aportar recursos materiales y humanos (apoyos especializados), para fortalecer las
prácticas pedagógicas de inclusión dentro del aula, para planificar y evaluar la enseñanza, para trabajar de manera colaborativa en función
de dar respuesta a las diferencias individuales de los alumnos, asegurando así su progreso en el currículo escolar. El trabajo colaborativo es
una de las principales herramientas para mejorar la calidad de los aprendizajes de todos los alumnos, especialmente de los que presentan
necesidades educativas especiales.
Es la idea de que educar es un fenómeno complejo y multidimensional de carácter emergente y recursivo, en el que los sujetos implicados son realmente agentes del proceso en interacción permanente con su medio, independientemente de su condición física y/o intelectual, por lo que decimos que hoy es imposible pensar en un proceso de enseñanza-aprendizaje de manera lineal; es decir, enseñar secuencias lineales y actividades de mera transmisión.
Dicho de otro modo, este articulo pretende pensar la inclusión desde una mirada de “devenir rizomático”, intentando identificar y entender las configuraciones sociales, políticas y económicas que atraviesan y constituyen, a su vez, la propuesta de la escuela inclusiva, modelando los procesos de “subjetivación” en ese contexto.
Actualmente vivimos en una sociedad compleja, donde impera el modelo globalizador que borra, anula las diferencias e individualidades, incentivando una homogeneización desenfrenada donde lo que impera es la uniformidad. Así los invitamos a pensar una educación menos agresiva, y más interactiva y productiva; una educación para nuestros niños y niñas, que incluya y no solamente integre; es decir, pretendemos una educación, como nos enseñó Freire, que «nace y renace a cada instante en los ambientes, en los contextos y en las situaciones en las que unos seres humanos interaccionan, cooperan, dialogan y se ayudan mutuamente
para construir situaciones más satisfactorias y teorías más explicativas de la realidad» (Rogers, 2009).
La intervención del maestro de apoyo escolar en la escuela común, tanto en primer ciclo como en el nivel inicial, se enriquece enormemente del trabajo dentro del aula y junto al maestro de clase.
Para garantizar el acceso al conocimiento en condiciones de igualdad de oportunidades, es fundamental la planificación de sistemas de
apoyo que tiendan a eliminar las barreras físicas, sensoriales, afectivas y cognitivas para el acceso al aprendizaje.
Es así que al momento de planificar los dispositivos de intervención, en el marco de una planificación que parte de contenidos programáticos
jerarquizados y de una evaluación diagnóstica que marca las necesidades a atender en el grupo, los maestros nos enfrentamos al siguiente
desafío, plasmado en la presente interrogante:
¿Es posible atender a las diferentes modalidades de aprender de nuestros estudiantes, sin desatender las necesidades grupales?
En la cultura maliké (región occidental de África), la diversidad es un valor que significa interacción para el beneficio mutuo; mientras
que en las sociedades occidentales, la diversidad resulta un antivalor.
Sin ahondar en dicha discusión y en todos los entramados conceptuales que subyacen a Reflexión y construcción de aprendizajes desde el aula
dicha afirmación, está claro que los docentes nos enfrentamos al enorme desafío de atender las diversas modalidades de aprendizaje de
nuestros alumnos.
Si bien inicialmente esto puede ser percibido por el docente como un escollo, se puede transformar en una oportunidad para el crecimiento
de todos los integrantes del grupo.
Desde un encuadre ético que aspira a lograr que cada uno de nuestros estudiantes cuente con la mayor cantidad de oportunidades para acceder al conocimiento, un currículo flexible organiza su enseñanza considerando las diferencias sociales, culturales y de estilos de aprendizaje, apostando a un proceso rico en avances y sin perder de vista los resultados.
Sería necesario, imprescindible quizá, preguntarnos acerca de qué conceptos, prejuicios, ideas subyacen en nuestras prácticas docentes,
qué temores, qué emociones se movilizan en nosotros cuando nos encontramos con un estudiante que interpela nuestro quehacer docente, que nos enfrenta a la incertidumbre o al desconcierto de no saber cómo comenzar a trabajar con él.
Solo si podemos tomar contacto con aquello que nos genera incertidumbre, temor, rechazo, dolor podremos tener el valor ético y personal
de trabajar en ello, en pos de cumplir en forma honesta nuestra labor profesional de enseñar.
Nos encontramos en un siglo XXI multifacético y controversial, con avances en la consagración de derechos, y mejoras en la calidad de vida, coexistentes con profundas transformaciones sociales, inequidades, injusticias y violencias, que impactan en la convivencia social.
En este escenario, un gran desafío de la educación es participar de las transformaciones promoviendo relaciones que fortalezcan el entramado
social, la paz, la justicia, la igualdad y la esperanza, fundadas en el amor y el reconocimiento de las diferencias y la alteridad.
Esta complejidad, si bien reconocida y compartida, no ha encarnado lo suficiente en las prácticas pedagógicas como para impulsar análisis
que impacten en la disminución de prácticas simplificadoras que es necesario superar, tanto como evitar perspectivas desesperanzadoras
o inmovilizantes.
Se requiere que nos propongamos dimensiones de análisis que nos permitan aportar al pensamiento colectivo, sin el cual no se producen
las transformaciones necesarias.
Es en este sentido que elegimos problematizar algunas de las inconsistencias entre los discursos, las declaraciones de derechos y las
prácticas pedagógicas, y repensar la noción de igualdad en su vínculo con la diversidad, el reconocimiento de las diferencias y la alteridad en
el transcurso de un proceso del cual los docentes formamos parte.
Desde comienzos de 2014, en la revista QUEHACER EDUCATIVO se cuenta con un espacio en el que los maestros comparten experiencias
de aula que reflejan la intención de brindar posibilidades de aprendizaje a todos los sujetos que allí asisten, más allá de la inexorabilidad
de los determinismos socioculturales sobre los aprendizajes. Diferentes propuestas se han gestado, se han compartido, y se han podido leer en
los diferentes números de la revista en estos años.
Además se convoca a colegas que dan luz teórica a estas cuestiones, reflexionan sobre las prácticas educativas en articulación con la teoría. Tras dos años de compartir este tipo de artículos se culmina el presente año lectivo con una mesa redonda, donde los convocados a seguir reflexionando en torno al tema Educación e Igualdad son amigos de la casa: Doctor en Educación Pablo Martinis, Maestro y Licenciado en Educación Sebastián Valdez, Maestra Inspectora Nacional de Educación Especial Carmen Castellano, Maestra Inspectora Regionalizada de Educación Especial Rosamaría Tiscordio, Maestra Directora Carmen Seveso, Maestra Gimena Navarro y Maestra Directora Laura Battaglia.
Los artículos que se publican en la revista, que llevan un proceso de reflexión y debate previo a su edición, así como la instancia de mesa
redonda, son espacios que apuntan al trabajo colaborativo entre los diferentes agentes de la educación, posibilitando así «participar de un pensamiento distribuido (...), donde el proceso no es jerárquico, sino asentado en la participación y ayuda mutua entre iguales sin la matización de posiciones asimétricas asociadas a la jerarquía convencional» (Pérez Gómez, 2012:163).
En el marco del derecho a la igualdad y del respeto a la singularidad, se busca entonces «...generar prácticas genuinamente alternativas y, por qué no, emancipatorias» (Baquero, 2012:19)
El presente artículo se propone hacer un recorrido sobre la conceptualización de los términos integración e inclusión educativa en torno a la oferta dirigida a las personas con discapacidad, específicamente para el caso de las escuelas especiales de primaria. Se pretende analizar la inclusión desde el lugar que ocupa en el debate educativo actual, cuestionando el rol que se le adjudica como facilitador de construcción de vínculos entre estudiantes, docentes y centros, atendiendo al desarrollo que ha seguido en el ámbito internacional.
La posibilidad de incluir a un niño con discapacidad intelectual en Educación Común fue tomada como un desafío particular por el equipo
docente de la institución, ya que significa elaborar un proyecto de trabajo que permita hacer accesibles los contenidos, de forma que este niño pueda aprender en una escuela para todos; más allá de que esté legislado en nuestra Ley General de Educación (Nº 18.437) y sea un derecho para el niño.
El programa de integración de los alumnos con discapacidades de distinto tipo a las instituciones educativas regulares (preescolares, escolares y de enseñanza media) -programa y no "método"- se inscribe en proceso más amplio de Reestructura de Educación Especial, y ha tenido en nuestro país un largo proceso de gestación. En rigor, sus orígenes se remontan a la década del ´50, cuando la maestra Eloisa García Etchegoyen, de regreso de su viaje a EEUU, reorganizó la antigua Escuela Auxiliar (creada en 1930), destinada a atender niños y jóvenes con retardo mental. La finalidad de la institución viró entonces sensiblemente desde la de prepararlos para una vida familiar independiente o semi-independiente, hacia la de habilitarlos para integrarlos a la sociedad.
Llegó en los últimos años, desde Suecia, la teoría de la Integración de los Discapacitados Intelectuales. Tal corriente, sustentada en la filosofía humanista, es a priori irreprochable, mientras no trascendemos el campo teórico. Pero tal afirmación no debe inhibir nuestra capacidad crítica cuando pasamos a su aplicación en el sistema educativo uruguayo, tal alejado de lo que pueden ser las variables que rodean el sistema sueco.
Queremos destacar que nuestro trabajo se centra siempre en programas personalizados, que comienza y se desarrolla según el potencial de cada niño.
Hemos oído a veces decir, que la diferencia en el aprendizaje entre el niño normal y un discapacitado leve es que éste aprende más lentamente. ¡Cuán equivocados están! Empezando que todos aprendemos de forma diferente. En estos niños quizá las diferencias sean más notables. Hay niños discapacitados intelectuales que poseen una gran memoria; otros por el contrario la tienen muy escasa....
Nadie duda, que la adquisición de la lectura y lectura constituyen por sí solas, los aprendizajes básicos de la enseñanza primaria. Si un niño con inteligencia normal o con retraso leve pasa por la escuela y sale analfabeto (¡cuántos casos hay!) la escuela no ha cumplido con su obligación primordial. Nos guste o no, la escuela ha sido, es y será una institución esencialmente alfabetizadora.
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