Desde siempre, el hombre ha intentado saber acerca del origen de las cosas. Pensar en cómo comenzó todo no solo resulta desafiante, sino que
también permite la construcción de respuestas y el pronóstico de determinadas acciones y decisiones. El comienzo del Universo, el comienzo del tiempo, el futuro de todo lo que nos rodea, son algunas de las inquietudes ancestrales de los seres humanos. Las diferentes culturas crearon formas de responder a estos problemas. Este artículo tiene por cometido presentar un posible recorrido de enseñanza sobre las respuestas dadas al origen del
Universo desde algunas culturas, y particularmente sobre cómo la ciencia elabora las suyas.
Nuestros objetivos serán:
► Conocer cómo las diferentes culturas han explicado el origen del Universo.
► Analizar y reflexionar sobre el estatus de esas explicaciones, diferenciándolas de lo que implica una teoría, de lo que implica el conocimiento científico.
El presente trabajo busca dar cuenta de parte del recorrido realizado por niños y docentes de escuelas públicas de Canelones, Salto y Soriano con relación al Sistema Solar.
Al comenzar el trabajo con nuestros alumnos se visualiza que sus saberes respecto a este tema se centran predominantemente en una etapa descriptiva; saben el nombre de los planetas, su ubicación en torno al Sol y que tienen algún movimiento, en particular el de traslación. No se cuestionan las distancias, los tamaños ni su movimiento de rotación; tampoco se preguntan cómo se sostienen ni cómo se mantiene ese movimiento. Estos datos nos parecieron relevantes a la hora de pensar nuestras intervenciones. Fue necesario entonces problematizar esos “saberes” para repensarlos a la luz de una astronomía escolar que estuviera en sintonía con una ciencia escolar que prioriza la naturaleza de la ciencia.
Para ello fue imprescindible analizar y reflexionar sobre los contenidos que era necesario abordar, así como sobre las dificultades y obstáculos a la hora de aprenderlos. Algunas de las preguntas que buscamos responder fueron; ¿qué es importante que se conceptualice del Sistema Solar? ¿Cuáles
son los obstáculos que se visualizan en la construcción que nuestros alumnos han hecho sobre él?
Se resuelve abordar estos tres aspectos en la secuencia:
1) los cambios que ha tenido el concepto de Sistema Solar, ya que como todo conocimiento científico es una construcción;
2) promover el pasaje de la descripción a la conceptualización, considerar el Sistema Solar como un conjunto gravitacional formado por una estrella, el Sol, que da nombre al sistema, y un conjunto de astros –planetas, asteroides, lunas, cometas...– que la orbitan directa o indirectamente y el espacio comprendido entre ellos;
3) redimensionar comparativamente el diámetro del Sol, de los planetas y la distancia entre todos ellos.
Isaac Newton se encontraba descansando debajo de un árbol de manzanas de su casa de campo de Lincolnshire, Inglaterra, en tiempos en que la epidemia de peste bubónica castigaba Londres, cuando de repente cayó al suelo un fruto del árbol. Ese hecho, en una tarde del verano de 1665,
lo llevó a reflexionar, a pensar sobre qué provocaba que la manzana fuera atraída hacia la Tierra, y a concebir la ley de Gravitación Universal.
La veracidad de esta historia de la ciencia ha sido puesta en duda infinidad de veces. En 2010 se publicó un manuscrito del físico Stukeley contemporáneo y amigo de Newton), titulado “Las memorias de la vida de Newton”, que constituye una prueba fehaciente acerca de la autenticidad de esa historia.
Me propuse crear situaciones que diesen cuenta de la relatividad del movimiento; aproximar a los niños a la noción de que el movimiento de un objeto
depende del sistema de referencia y de que este es arbitrario, lo establece el observador.
Actividades que fundamentalmente estimulasen el pensar, expresar ideas y reflexionar a partir de las mismas. Trabajo con grupos pequeños para favorecer el intercambio de opiniones, para poder escuchar a cada uno e intervenir en forma más personalizada.
A medida que comienzo con diferentes lecturas acerca de la Astronomía, surgen una serie de interrogantes: ¿cómo se producen los conocimientos científicos?, ¿cuáles son los problemas epistemológicos que enfrentaron estos conocimientos?, ¿qué relación existe entre los conocimientos científicos y la cultura en las diferentes sociedades? Por otro lado, los intereses que guían mi accionar sobre el tema, ¿están de acuerdo con las perspectivas de mis alumnos?, ¿por qué es necesaria la enseñanza de la Astronomía en la escuela?, ¿cómo enseñarla?, ¿cuál es el proceso de aprendizaje de cada uno de los alumnos?, ¿cuáles son las concepciones que tienen?
Quizás estas interrogantes no puedan tener respuestas certeras o quizás no llegue a contestar mis planteamientos, pero me permiten reflexionar para poder emprender mi accionar.
Esta propuesta se desprende del proyecto de Astronomía de las escuelas A.PR.EN.D.E.R. de la Zona 4 del departamento de Salto. Está planificada para niños de quinto y sexto grado de una escuela de Pueblo Lluberas, urbana pero ubicada a 120 km de la capital del departamento. El hilo conductor está relacionado con la enseñanza de la Astronomía desde la observación terrestre de la Luna y su relación con el sistema Sol-Tierra-Luna.
Existen diferentes maneras de abordar el tema. Si bien la ciencia mantiene características que guían el accionar del científico –en este caso, la observación– existe un marco referencial que lo perfila, por lo tanto se fomentará la “explicitación” de sus concepciones acerca de la temática para así provocar cuestionamientos permanentes. Y la presentación de diferentes textos, donde puedan confrontar, comprender y repensar los problemas que a lo largo de la historia serán necesarios para la construcción de determinados conocimientos.
Para poder llevar a cabo la propuesta, partí de los conocimientos implícitos que los alumnos tenían sobre Astronomía. A través del diálogo permanente fueron enumerando los componentes que estudia dicha disciplina; sus ideas fueron confrontadas con un texto expositivo sobre el tema. Esta actividad dio lugar a que me cuestionase si realmente tenían conocimientos sobre el tema o simplemente repetían. Lo que logré percibir era que los conocimientos que poseían eran los expuestos en los libros de texto y que reflejaban una mirada externa a la Tierra. Los conocimientos se presentaban como “ajenos” a ellos.
Entonces planteé una secuencia de trabajo teniendo en cuenta siempre sus inquietudes, de manera de brindar una adecuada comprensión a los temas.
En el año 2015, el Equipo de Investigación en Enseñanza de las Ciencias Naturales, bajo la tutoría de la Doctoranda María Dibarboure, se propuso reflexionar sobre la Química y su enseñanza para luego seleccionar un aspecto relevante a investigar.
El proceso comienza con la lectura de artículos de distintos autores a los efectos de definir el marco de la Química como disciplina. ¿Qué se pregunta? ¿Qué estudia? ¿Cuál es la metodología que utiliza para producir su conocimiento? ¿Cuál es su territorio epistemológico? ¿Qué ha pasado con el tiempo, mantiene sus interrogantes? ¿Promueve otras?
La Química se ocupa de la materia en su generalidad –materiales, sustancias, elementos y compuestos, tanto naturales como sintéticos– sus interacciones y transformaciones. Hace una mirada macro a las propiedades, identifica y estudia comportamiento. También propone “modelos de” para una mirada micro que permita, en principio, explicar las propiedades macroscópicas. Se trata de una disciplina que se define experimental. Busca evidencias que posibilitan la construcción de ideas, modelos, teorías.
El grupo selecciona el modelo corpuscular como contenido de enseñanza y se pregunta: ¿qué modelo corpuscular de la materia enseñar?, ¿qué criterios usar para los diferentes niveles?, ¿el mismo en toda la escolaridad?, ¿por qué razones?
El planteo que el equipo viene trabajando desde hace años con la convicción sobre la importancia de desarrollar, desde el comienzo de la escolaridad, una actitud de modelización por razones epistemológicas, pero también por los desarrollos cognitivos que los modelos pueden promover.
Desde el lunes 16 de marzo, las clases presenciales fueron suspendidas. Todos los docentes dimos inicio a un proceso de adaptación de nuestra forma de ser docentes de modo presencial a una modalidad a la distancia, y comenzamos así otro tipo de intercambios porque las instituciones permanecieron cerradas para el ingreso del alumnado.
Nos pareció muy importante dejar registro de las experiencias que las maestras estaban llevando adelante en las diferentes escuelas de nuestro país, escuelas urbanas y rurales, escuelas de tiempo completo, de tiempo extendido, escuelas APRENDER. Documentar es valioso para dar visibilidad a los procesos, como instrumento favorecedor y provocador de reflexiones, y para compartir experiencias, «para que esas formas de interpretación del mundo escolar sean puestas en escritura, indagación, deliberación y cambio» (Suárez y Metzdorff, 2018:50).
Escribir para dejar memoria y dejar huella, para no olvidar. Esto significa poner en palabras para organizar la experiencia y, en ese mismo proceso, tomar distancia, reflexionar sobre ella y conectar con otras cosas. Otras cosas... otras experiencias, otras lecturas.
Con tal fin les propusimos algunas preguntas a las maestras para que en sus respuestas pudiesen mostrar sus realidades y cómo las estaban transitando, con las posibilidades y dificultades que encontraban en ese camino. Como plantean Carretero y Atorresi (2004):«La modalidad narrativa también orienta emotivamente la comprensión de los sucesos. Se trata, por tanto, de un dispositivo de constitución de la subjetividad, en el que lo emotivo y lo cognitivo se interrelacionan» (apud Anijovich y Cappelletti, 2019:42).
Artículo de: Leticia Albisu, Patricia Orlando
Artículo de Rebeca Anijovich y Graciela Cappelletti.
Las autoras aportan una reflexión sobre el sentido y el valor de la planificación en el marco de la enseñanza. Ofrecen un ejemplo de un modo de diseñar una planificación que puede resultar valiosa para acompañar la tarea docente, (y más en estos tiempos). Pero, además, brindan una mirada hacia el futuro en un paradigma de práctica reflexiva, consistente en identificar las ideas que se ponen en juego en la planificación.Sostienen que el análisis de la planificación puede brindar oportunidades para que los docentes tiendan puentes de interacción y comunicación con los estudiantes.
Explicitan que un aspecto relevante es ofrecer preguntas que interpelen la planificación. Estas pueden o bien formularse previo a la acción de planificar, o bien pueden considerarse para guiar el análisis de una planificación realizada individualmente o con un grupo de pares. Las preguntas que propone son:
1. ¿Cuáles son las necesidades de aprendizajes de mis estudiantes?
2. ¿Cómo las actividades que diseño favorecen el pensamiento de mis alumnos?
3. ¿Qué informaciones me va a aportar la evaluación que realice acerca de qué y cómo piensan mis estudiantes?
La primera pregunta articula dos aspectos: las “necesidades reales” de los estudiantes (cómo lo que se propone para aprender dialoga o no con sus intereses) y las “necesidades curriculares” (lo que el estudiante necesita definido desde la perspectiva de la prescripción curricular).
La segunda pregunta intenta poner en evidencia que las actividades que se ponen en juego en la clase siempre generan pensamiento: el punto a considerar es qué tipo de pensamiento es el que se promueve. Las tareas que las actividades proponen que los estudiantes realicen pueden ser de demandas cognitivas variadas, muy cercanas a sus posibilidades, o representar desafíos que los lleven a complejizar sus pensamientos, poniendo en juego habilidades de nivel superior.
La tercera pregunta intenta poner el foco en la necesaria articulación entre la enseñanza y la evaluación, que ha sido muchas veces enunciada, pero no necesariamente considerada. Estas preguntas funcionan de mediadores y facilitan los esfuerzos de los docentes para construir vínculos con sus estudiantes, mostrando la evaluación como una oportunidad de conversación en la que es posible negociar significados sobre lo que se aprende.
Dependiente de cómo los docentes contesten estas preguntas será la planificación que realicen, o identificarán los logros y los aspectos a modificar de una planificación ya elaborada. En el marco de la escuela, estas preguntas pueden ser retomadas en reuniones de docentes. El trabajo compartido de análisis sobre las planificaciones en esta línea colabora con la construcción del proyecto educativo institucional.
El análisis de las planificaciones es un instrumento poderoso para la formación de los docentes. Este análisis reflexivo produce una “toma de conciencia” que tiene la potencia de iluminar tanto la enseñanza como la evaluación. Y al mismo tiempo que se ponen en juego saberes prácticos y que se dialoga en torno a ellos, se favorece la construcción de la identidad profesional y se profundiza el conocimiento de los propios docentes sobre sí mismos.
Quehacer Educativo, abril de 2018
Enseñanza de las ciencias naturales en tiempos de pandemia. Repensando contenidos, métodos... y finalidades
Artículo de Agustín Adúriz-Bravo. Instituto CeFIEC, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Buenos Aires
En muchos respectos, la pandemia de COVID-19 (“enfermedad por coronavirus de 2019”) es una más dentro de una larga lista de enfermedades graves (tales como distintas variedades de gripe, viruela, encefalitis letárgica, cólera, poliomielitis, infección por VIH y SARS) que en los últimos cien años tuvieron brotes que se extendieron hasta tomar escala planetaria, componiendo así el espeluznante promedio de un episodio pandémico por cada década y media. Sin embargo, la pandemia actual tiene algunas características que la sitúan en un lugar destacado. Las características salientes no serían, a mi juicio, ni su mortalidad, ni la movilización médico-científica en torno a ella, ni su alto coste económico, sino más bien otras tres: el alcance que la COVID-19 tiene en el espacio –y, según todas las previsiones expertas, el que tendrá en el tiempo–, la envergadura y contundencia de las medidas sanitarias adoptadas en muchísimos países para mitigarla y la sobreabundancia de información en tiempo real sobre su progreso.
La pandemia de COVID-19, con estos rasgos que le están dando identidad, ha impactado con fuerza en todos los modos de relación social, transformando de manera rápida y profunda la producción, el trabajo, el comercio, la recreación, el turismo, el transporte, etc. En particular ha afectado, desde las etapas más tempranas de su evolución, a la educación en todos sus niveles y modalidades. Como producto de la suspensión sine die de la asistencia a las aulas de los niveles inicial y primario, los escolares y sus familias se encuentran hoy inmersos en un prolongado período de excepcionalidad que los desafía al máximo. Por su parte, los maestros y maestras del Uruguay, en quienes pongo el foco de este artículo, se han visto, desde el inicio mismo del año lectivo, frente a la necesidad de planificar, ejecutar y evaluar su docencia en formatos que tenían poco transitados y meditados, y que por cierto causan ansiedad e incertidumbre.
Esta situación extraordinaria que atraviesa la educación inicial y primaria se nos viene encima con sus urgencias, que docentes, equipos directivos, personal auxiliar y supervisión han de solventar sobre la marcha, en el día a día. En el caso de los maestros y profesores –hay que decirlo sin tapujos– ello requiere que trabajen incluso más horas que las que lo hacían en tiempos de “normalidad”. Pero esta misma situación de interrupción de las rutinas aceitadas también nos da una buena oportunidad, al magisterio y a las formadoras y formadores, para reflexionar críticamente una vez más sobre la enseñanza de las ciencias naturales. En este artículo esbozaré brevemente algunas ideas teóricas y propuestas prácticas para acompañar tal reflexión. Mi exposición se alineará con tres de las grandes preguntas curriculares clásicas: ¿para qué enseñar?, ¿qué enseñar? y ¿cómo enseñar?
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