A pesar de que parece existir un consenso sobre la importancia de superar una concepción de alfabetización que se restrinja solamente al conocimiento del sistema de escritura y que, por lo tanto, incluya los desafíos que implica saber leer y escribir en nuestro mundo actual, todavía persiste un debate en el campo de la didáctica de la alfabetización inicial acerca de cómo plantear en la escuela los primeros aprendizajes sobre la lengua escrita. Estos debates están centrados, en algunos casos, en una revisión crítica de los enfoques (Castedo y Torres, 2012; Marder y Zabaleta, 2014; Vernon,
2004), y en otros casos también en el análisis de los resultados de intervenciones específicas (De Mier, Sánchez y Borzone, 2008; Marder, 2011; Grunfeld, 2012; Scarpa, 2014). En versiones muchas veces simplificadas, dentro de los ejes de este debate continúan teniendo vigencia tanto el papel que cumple la llamada conciencia fonológica en la comprensión del principio alfabético de nuestro sistema de escritura como una supuesta polarización activo-pasivo en el rol del maestro.
Desde la investigación psicolingüística y la didáctica de la alfabetización inicial, fundadas en un enfoque psicogenético sobre la adquisición de la lengua escrita, se plantea que aprender a leer y a escribir implica un proceso de reelaboración de la lengua que los niños hablan. Es en las situaciones de producción y de interpretación de la lengua escrita donde los niños encuentran la posibilidad de recorrer un camino de objetivación de la lengua oral.
Sigue siendo pertinente, entonces, repensar cómo concebimos esa «reconversión del lenguaje de un instrumento de acción en un objeto de pensamiento», que supone aprender a leer y a escribir en la escuela primaria. Es decir, ¿las correspondencias grafo-fónicas que nos proponemos “mostrar” a los niños preexisten al acto mismo de aprender la lengua escrita?, ¿o es nuestro sistema de escritura alfabético el que determina “una” forma de analizar ese continuo del habla que los niños ya usan en situaciones de comunicación?
El trabajo de intervención reseñado durante el proceso de escritura de los niños por sí mismos da cuenta de acciones planificadas y sistemáticas por parte de la maestra. Su propósito principal es promover en los niños, reflexiones sobre el sistema de escritura y su relación con la lengua oral. Se trata de un principio que siempre estuvo presente en las propuestas constructivistas: «Concebir que la reflexión sobre las unidades menores de la escritura –palabras y letras– y su relación con la oralidad puede resultar de procesos de reflexión progresiva del alumno, a través de transitar por situaciones propuestas por el docente con intervenciones específicas para propiciarla, es un principio básico de la enseñanza desde una perspectiva constructivista en sentido estricto que toma la teoría psicogenética de la adquisición de la escritura como disciplina de referencia.» (Castedo, 2014:43)
Todavía queda mucho por aprender de las prácticas de enseñanza de la alfabetización inicial. Pero durante más de tres décadas hemos acumulado mucho conocimiento didáctico para planificar y realizar propuestas de enseñanza (con intervenciones sistemáticas y validadas en aula) que, a su vez, consideran los procesos constructivos infantiles.
En este artículo retomo el publicado en QUEHACER EDUCATIVO (Gabbiani, 2011) sobre la expresión oral y la oralidad en los programas de Educación Primaria, para luego ver la relación entre el trabajo en la oralidad y en la escritura, y finalmente reflexionar sobre algunas prácticas de aula que parecen novedosas pero que, en realidad, mantienen viejas prácticas y conceptos.
«La actitud de los educadores ante la innovación constituye uno de los factores más importantes de dicha innovación. La colaboración del docente se hace decisiva, pues, para la renovación pedagógica que supone la integración de las TIC en el campo de la educación. Por ello, es necesaria una reflexión y una toma de conciencia de la trascendencia de la innovación técnica en la enseñanza. A su vez, se impone, también,
una labor de formación y motivación del profesorado.» (Salinas, 1998)
En esa búsqueda de incluir la tecnología de forma efectiva y creativa al proceso de aprendizaje del alumno, se hace indispensable planificar
estrategias de intervención que redunden en la mejora de la calidad de la enseñanza.
Actualmente, muchas escuelas de diferentes contextos en nuestro país cuentan con una sala equipada para realizar videoconferencias, concebida originariamente para atender las necesidades de los niveles superiores (cuarto, quinto y sexto grado) en cuanto al acceso universal a una segunda lengua, diferente a la lengua nativa (hacemos referencia a Ceibal en Inglés).
Si bien las necesidades de las clases superiores quedarían contempladas por esta propuesta, cabe preguntarse: ¿de qué forma podemos acercar la población escolar de los primeros grados a la utilización de este valioso recurso? ¿Cómo puede el equipo de videoconferencias potenciar la calidad de los aprendizajes de estos alumnos?
Las posibilidades son muchas, claro está, y entre ellas subyace la idea de fomentar el trabajo colaborativo y/o cooperativo entre diferentes
instituciones educativas y docentes.
Con esa premisa, teniendo esos pilares como referencias, surge la iniciativa de trabajar a través de sesiones de videoconferencias
con otra institución educativa, con el propósito de que los alumnos intercambien experiencias, compartan, conozcan otras realidades, se
expresen, se diviertan y aprendan juntos. De la misma forma, para los docentes implicaría unirse para pensar, planificar, proyectar y plasmar
la propuesta, en una realización conjunta y coordinada que mejore la calidad de los aprendizajes de los alumnos y tienda redes, fuertes
lazos, entre las instituciones educativas y los docentes, fundamentados en los principios del trabajo colaborativo y/o cooperativo. Todo lo
anterior contempla las consideraciones que se expresan en la Circular Nº 64 (ANEP. CEIP, 2014), donde se fomenta la participación de
alumnos y docentes en redes y comunidades, promoviendo su intervención de forma activa, así como favoreciendo el aprendizaje colectivo.
Todas las sociedades humanas apoyan en el lenguaje el interactuar de los individuos que la componen. Así pues, el lenguaje está presente en las diferentes acciones de los integrantes de todos los grupos sociales en que se pueda pensar, la tribu, la familia, la nación, el grupo de amigos, la comunidad religiosa, el partido político, etc. Gracias a él el hombre puede conocer su pasado, comprender su presente y con estos conocimientos puede proyectar su futuro de la forma que libremente elija.
En este trabajo no se puntualizará sobre las diferencias que se presentan tanto en la lengua oral como la escrita. Cuando hagamos referencia a la lengua, la consideraremos en cuanto al sistema general. Sabido es que la corrección de la lengua oral es diferente a la corrección de la lengua escrita.
El tema remite a una gran interrogante que se intentará contestar: ¿Qué significa "hablar bien"?
Todos estamos profundizando ansiosamente en los procesos de adquisición de la lectura y la escritura y es muy necesario. Pero, ¿escuchamos a los niños que entran a primero? ¿Y a los que están en 6to.? ¿Qué pasa con la lengua hablada?
Desde hace ya algunos años, la enseñanza de la lengua en la Escuela Pública Uruguaya se ha centrado en la dimensión comunicativa del lenguaje, recogida y redimensionada desde el enfoque pragmático que establece el Programa de Educación Inicial y Primaria. Año 2008.
En la escuela, el mejor instrumento de trabajo para el docente es el uso de la lengua oral, hablar, decir, “negociar”, mediar; pero usarla cada día no es garantía de que se esté enseñando, de que se la visualice como una competencia que se debe enseñar.
En el mejor de los casos, cuando se trabaja un contenido gramatical o diversas reglas nos damos cuenta de su enseñanza, pero tanto en la escritura, en la lectura y sobre todo en la oralidad es fácil confundir su uso para comunicarse y la necesidad de construir significados, con actividades de enseñanza de la oralidad. Para
hablar de enseñanza de la lengua se debe plantear siempre una instancia de metarreflexión (hablar de la lengua), de los recursos empleados, de cómo la usamos, ya sea para comprender o para producir.
Se confunde oralidad con el empleo de la lengua oral como soporte para escribir mejor, y la escuela tradicional la tomaba como modelo para lo que se fuera a escribir; y aún subyace este principio en las propuestas de enseñanza, cuando se valora más la lengua escrita como modelo de estudio del “buen hablar”.
Lo que se busca es que se potencie el uso de la lengua oral y la reflexión sobre su uso.
¿Por qué enseñar lengua oral?
Por el papel mediador que juega en el proceso de enseñanza aprendizaje (estructura el pensamiento).
Porque la formación de futuros ciudadanos que sean críticos, que tomen la palabra, que sepan usarla, es un objetivo de la escuela.
Es muy importante la incidencia del Jardín de Infantes en el desarrollo del lenguaje infantil.
Con la mediación de la maestra (como adulto referente y modelo) que propicia los estímulos adecuados, ese lenguaje rudimentario que el niño trae al ingresar a la institución educativa a los tres años, va adquiriendo mayor desarrollo.
En el Jardín (etapa de tres a cinco-seis años) se crean las condiciones más favorables, convirtiéndose en el contexto apropiado para que todos los niños y niñas tengan posibilidades de dominio del lenguaje.
La lengua es una vía de conocimiento del mundo, por lo tanto es innegable su carácter instrumental. Desde el enfoque comunicativo se puede afirmar que es un instrumento de uso. Desde esta perspectiva son importantes dos conceptos que deben ser tenidos en cuenta en una clase de lengua: la acción y la interacción.
El alumno debe ser un hablante competente; por eso, el docente debe trabajar a fondo en las competencias lingüística, textual, discursiva, pragmática y cultural, todas ellas integrantes de la competencia comunicativa.
Se deben brindar variadas oportunidades de hablar y escuchar a distintas audiencias y con distintos propósitos, creando estrategias de intervención didáctica de la lengua oral. Es muy importante no olvidar que no es suficiente con “dejar hablar” a los niños, sino que la oralidad debe ser objeto de enseñanza. Así es como en Sexto grado, ante la oportunidad de anotarse en las Colonias de Vacaciones, se manifiesta la necesidad de trabajar el discurso argumentativo. Se inicia la secuencia desde la oralidad para luego proyectar lo trabajado en el discurso escrito. Se trabaja la ORALIDAD COMO OBJETO DE ENSEÑANZA. Dicha enseñanza se focaliza en los siguientes aspectos: elementos paralingüísticos (intensidad y velocidad, dicción, tono
de voz y las pausas, gestos, miradas y posturas), argumentos pertinentes y no pertinentes al tema, serie de argumentos, verbos de opinión.
La revista Quehacer Educativo brindará el próximo 22 de mayo a la hora 18, una conferencia sobre lengua oral, a cargo de la fonoaudióloga Rosario Gutiérrez.
Autor: Natalia Demarco
Concepto: Relato de una experiencia con niños de 3 años de un Jardín de Tiempo Completo Habilitado de Práctica. Las propuestas que se exponen son el comienzo de otras muchas, creadas con el colectivo docente, que buscan propiciar en los niños variados acercamientos a la lengua oral y escrita.
Revista Nº 86
Diciembre de 2007
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