Sabemos que es necesario desterrar la idea entre los docentes, en la sociedad, de que los alumnos aprenden a leer en el primer año del ciclo escolar. No es así. Es muy importante el papel del docente como modelo experto, y el reconocimiento de que hay que enseñar a leer a lo largo de toda la escolaridad y en todos los modelos textuales.
El docente debe realizar actividades de demostración, actividades en colaboración con los alumnos, para que luego ellos puedan realizar actividades autónomas o independientes. Esto debe realizarse en un contexto significativo, en un tiempo específico y organizado en secuencias donde se habiliten situaciones de metarreflexión, donde se hable de las estrategias que el docente fue proponiendo y se confronte con las estrategias que cada alumno utiliza para comprender el texto.
Ponerles nombre, poderlas verbalizar, nos sitúa en el ámbito de la enseñanza de la lengua. En el tratamiento de la lengua como disciplina de estudio.
¿Cuál es la intervención docente cuando se solicita a los alumnos una tarea escrita?; ¿se está enseñando a escribir?; ¿qué parte de la orden escrita apunta a la tarea solicitada, al producto de escritura?; ¿hay algún otro aspecto en la orden escrita, que apunte a la organización de los alumnos o a los procesos que se desea activar para que se cumplan al tratar de resolver la tarea? Para generar el aprendizaje en sus aulas, los docentes proponen diferentes formas de trabajo a través de consignas, que han sido analizadas en diversas investigaciones.
Podríamos decir que desde el planteo de la consigna, el docente orientado en la enseñanza de la lengua ya está creando, habilitando o dando pistas para indicar hacia dónde se orientará el espacio de metarreflexión sobre la lengua escrita, sobre el acto de escribir.
En este espacio, el docente habilita la construcción y el reconocimiento de las estrategias empleadas para resolver la tarea, para escribir, así
como la identificación de características de la lengua que usamos intuitivamente.
Ocupa un lugar importante, el reconocimiento de los elementos implicados en la situación de enunciación y recreados en la consigna, que permite al alumno darle mayor significatividad a la actividad que se le propuso. Esto implica necesariamente pensar las consignas no en forma aislada, sino como parte de un dispositivo para enseñar lengua, es decir, como parte de una secuencia didáctica o de un proyecto.
Si de enseñar a escribir hablamos, ese proyecto o esa secuencia se planificarán desde las dificultades concretas del grupo con relación a la escritura. Por eso es necesario dejar de depositar la dificultad en la comprensión de las consignas, y posicionarnos desde el rol de enseñante en la eficacia de los enunciados que conforman la consigna pensada desde los diferentes aspectos analizados, con el objetivo de ir creando autonomía en el alumno.
Uno de los principales objetivos de la educación primaria es desarrollar la competencia comunicativa en los niños para que tengan la oportunidad de expresarse con claridad y coherencia, y logren una mejor integración a su comunidad al enfrentar con éxito sus problemas cotidianos.
En la actualidad se ha enfatizado la importancia de que la escuela se renueve, que reoriente sus esfuerzos y busque los apoyos necesarios para su transformación. Para esta renovación del docente es recomendable partir de una revisión de la situación particular, de las necesidades, fortalezas y debilidades que se tienen, además de
recuperar el conocimiento y la experiencia para potenciar el mejoramiento de dicho proceso.
Ese cambio educativo o innovación, como señalan Tejada (1998) y Fierro (2000), es un fenómeno complejo y multidimensional, que implica cuestiones importantes: qué, por qué, para qué se innova, y otras de carácter procesual: cómo innovar y cuáles son las posibles condiciones y mecanismos.
En este artículo, se comparte un posible recorrido a realizar, teniendo en cuenta los antecedentes en nuestro país.
Desde hace ya algunos años, la enseñanza de la lengua en la Escuela Pública Uruguaya se ha centrado en la dimensión comunicativa del lenguaje, recogida y redimensionada desde el enfoque pragmático que establece el Programa de Educación Inicial y Primaria. Año 2008.
En la escuela, el mejor instrumento de trabajo para el docente es el uso de la lengua oral, hablar, decir, “negociar”, mediar; pero usarla cada día no es garantía de que se esté enseñando, de que se la visualice como una competencia que se debe enseñar.
En el mejor de los casos, cuando se trabaja un contenido gramatical o diversas reglas nos damos cuenta de su enseñanza, pero tanto en la escritura, en la lectura y sobre todo en la oralidad es fácil confundir su uso para comunicarse y la necesidad de construir significados, con actividades de enseñanza de la oralidad. Para
hablar de enseñanza de la lengua se debe plantear siempre una instancia de metarreflexión (hablar de la lengua), de los recursos empleados, de cómo la usamos, ya sea para comprender o para producir.
Se confunde oralidad con el empleo de la lengua oral como soporte para escribir mejor, y la escuela tradicional la tomaba como modelo para lo que se fuera a escribir; y aún subyace este principio en las propuestas de enseñanza, cuando se valora más la lengua escrita como modelo de estudio del “buen hablar”.
Lo que se busca es que se potencie el uso de la lengua oral y la reflexión sobre su uso.
¿Por qué enseñar lengua oral?
Por el papel mediador que juega en el proceso de enseñanza aprendizaje (estructura el pensamiento).
Porque la formación de futuros ciudadanos que sean críticos, que tomen la palabra, que sepan usarla, es un objetivo de la escuela.
Este trabajo intenta responder algunas preguntas que los docentes se formulan a la hora de enseñar a escribir texto explicativo en el aula. Pensado desde diferentes niveles de intervención, reúne como punto de encuentro la lectura y escritura de textos explicativos particularmente en Ciencias Naturales. Se reflexiona en torno a las siguiente preguntas: ¿qué se les propone a los niños para que escriban y que, a su vez, esta situación de escritura responda a una necesidad real? ¿Qué concepción de escritura traduce la propuesta de aula? ¿Qué reflexión exige del maestro? ¿Qué lugar ocupa la metarreflexión como estrategia de enseñanza?
Completa el formulario, y suscribite a la revista QUEHACER EDUCATIVO