La educación superior, según UNESCO (1998), comprende «todo tipo de estudios, de formación, o de formación para la investigación
en el nivel postsecundario, impartidos por una universidad u otros establecimientos de enseñanza que estén acreditados por las autoridades
competentes del Estado como centros de enseñanza superior».
En el contexto histórico y académico actual, las prácticas tradicionales de la educación superior no son funcionales a las necesidades y demandas sociales, por lo que las mismas deben cuestionarse como forma de que la reflexión nos lleve a desnaturalizarlas en la búsqueda de prácticas alternativas para desarrollar un pensamiento reflexivo que conduzca a un aprendizaje autónomo.
Una de las herramientas que la Academia ha creado para la formación y la evaluación de sus estudiantes, de grado o posgrado, ha sido el trabajo académico como herramienta fundamental en la formación terciaria, ya que presenta el resultado de una investigación o una reflexión;
por consiguiente, demuestra la capacidad de investigar y reflexionar en profundidad sobre un tema, estructurarlo y presentarlo.
Prácticamente todo estudiante se enfrenta alguna vez a la realización de algún trabajo académico, una monografía, un ensayo o un trabajo de investigación. Muchos profesores prefieren evaluar a sus alumnos a través de un trabajo, y una buena parte de los planes de estudio
prevén la realización de un trabajo de fin de carrera donde el estudiante aplique el conjunto de los conocimientos adquiridos a través
de su período de formación en la institución. Se trata, pues, de una práctica fundamental en la vida académica.
Una de las características que define estos trabajos es la originalidad en cuanto debe ser el resultado de un trabajo personal sobre un tema
determinado. Esto significa que no basta con los conocimientos previos, tampoco alcanza con la consulta a trabajos anteriores, sino que requiere documentarse consultando diversas fuentes que son la base necesaria para construir un texto reflexivo, claro, con lenguaje especializado, que permita abordar un tema de interés desde la relación teoría-práctica.
Trabajo presentado en el 7º Coloquio de Educación Rural (2015) realizado en el Centro “Agustín Ferreiro”, organizado por el Departamento de Educación para el Medio Rural del CEIP.
La Escuela Rural de Mangrullo, en el departamento de San José, cuenta con cuarenta y dos alumnos, y tres docentes efectivas con un mínimo
de tres años de efectividad.
Ante la tarea de la planificación anual, determinamos que uno de los aspectos en los cuales debíamos intervenir sería trabajar sobre la dependencia que nuestros alumnos presentan con respecto al maestro. Para ello consideramos que las competencias comunicativas debían potenciarse como vehículo para llegar a la autonomía esperada, que es necesaria por el cambio vertiginoso en la producción de conocimientos.
A sabiendas de que: «La formación del niño, del hombre, implica la posibilidad de saber más y el valor de la educación está en despertar la
curiosidad por saber más, en generar el deseo, el placer y la alegría de saber» (ANEP. CEP, 2009:25), este año pensamos en implementar el
trabajo en comisiones. Esta estrategia nos brinda la posibilidad de dar espacios de autonomía, de reflexión, de intercambio, de indagación y
cuestionamiento. El trabajo entendido como herramienta-estrategia, se centró en las Áreas del Conocimiento de la Naturaleza y de Lenguas.
Fundamentar el valor y la importancia del espacio de la Educación Artística dentro del ámbito de la educación formal implica defender un paradigma que, si bien parece legitimado desde las Políticas Educativas de los últimos ocho años con su inclusión en el único programa
escolar vigente, encuentra aún una férrea resistencia.
Esta se da justamente en el territorio donde se cruzan los intereses, las intenciones y la tradición, donde se desatan los procesos y se
visualizan los resultados educativos: la escuela.
Es en este contexto que debemos comprender y valorar la importancia fundamental de la implementación de dispositivos como las Escuelas de
Educación Artística (EDEA).
El Área del Conocimiento Artístico –con sus lenguajes específicos y a diferencia de otras áreas del conocimiento– permite el desarrollo de una
infinidad de capacidades intra e interpersonales: la sensibilidad estética, el desarrollo del gusto, el autoconocimiento del cuerpo como herramienta creativa, la motricidad fina, el sentido del equilibrio, el manejo del espacio personal y social, la capacidad de pensar con sonidos, con colores y formas, el desarrollo de la audición interna y la memoria auditiva, el sentido rítmico, el desarrollo de la imaginación, la capacidad de poetizar la propia experiencia vital y la de los otros, la capacidad de contarla con el cuerpo y la voz, la capacidad de jugar distintos roles, de imaginar universos completos, de representar la realidad de múltiples formas, de emocionarse y comprender.
Es cada vez más importante y necesario concebir al educando como un ser integral y complejo, al cual tenemos
la obligación de brindar las posibilidades de desarrollo personal y colectivo más diversas y enriquecedoras, una educación liberadora de
todas sus potencialidades.
Las instituciones educativas del siglo XXI asisten desde hace algunas décadas a un profundo y generalizado cambio, el cual es visible
en todos los contextos en los que transcurre la enseñanza.
Este cambio refleja, en las aulas, las sustanciales modificaciones que está experimentando la sociedad: la confluencia de diversas culturas,
la existencia de múltiples capacidades, la pluralidad de intereses, necesidades y motivaciones.
En definitiva, existe una diversidad de diversidades, la que se refleja en la forma en que cada alumno aprende.
En este contexto, el reconocimiento de las diferencias en el alumnado es no solo una característica, sino un valor y un derecho fundamental
de las personas y de los colectivos.
El modelo de la diversidad parte del reconocimiento de la singularidad de todos los alumnos, a quienes se deben proporcionar todas las
ayudas, tanto individuales como a la comunidad educativa que los incluye (dimensión ontológica).
Se sustenta en la concepción de los derechos humanos, en el reconocimiento de “lo común” y en el respeto por aquello que determina también
características propias, las que nos hacen distintos a unos de otros (dimensión axiológica).
Finalmente, desde una dimensión metodológica, este modelo reconoce que el contexto debe ser el responsable y el generador de los apoyos, para garantizar las condiciones de equidad que permitan el acceso igualitario a la participación en la vida comunitaria y en el aprendizaje.
Promover una enseñanza de calidad, desde el modelo de la diversidad, exige un esfuerzo en el que deben confluir prácticas y compromisos de diversos sectores (políticos, sociales, culturales, educativos) y exige también una manera diferente de pensar la enseñanza, estableciendo planteamientos didácticos que reconozcan la diversidad de los alumnos que pueblan las aulas y promuevan estrategias en el proceso de enseñanza, dando cabida a la diferencia, favoreciendo respuestas flexibles en contextos educativos cada vez más diversos.
El trabajo presenta la experiencia desarrollada en una escuela rural multigrado. Niños de cuarto, quinto y sexto grado realizaron una investigación sobre los resultados que en plantines de lechuga e hinojo trae consigo la utilización del biofertilizante “purín de ortigas”.
Durante el transcurso de la experiencia se dieron instancias de acercamiento y apropiación contextualizada del conocimiento, ya que este estuvo al servicio de la búsqueda de respuestas a los problemas que se fueron planteando.
La necesidad de obtener, registrar, analizar, comparar y difundir datos sirvió para que las Áreas del Conocimiento Matemático, de Lenguas y de la Naturaleza tuvieran la integración adecuada.
La presente narrativa-reflexión pone la mirada en una actividad implementada en una escuela rural de Estación González (Dpto. de San José) durante el año 2015.
La experiencia se desarrolló con un grupo multigrado (que integran quince niños y niñas de cuarto, quinto y sexto grado) en el marco
del Proyecto Institucional “Transformando la Escuela en Granja”, donde los grados anteriormente mencionados llevan a adelante su proyecto
de aula “De la quinta a la mesa”, teniendo a cargo el trabajo en la huerta escolar.
El presente artículo está pensado en una línea de trabajo que se centra en la enseñanza de las ciencias y su articulación con la comprensión
del contexto social, conocida en América Latina como enfoque CTS (Ciencia, Tecnología y Sociedad). Dicho enfoque se encamina hacia la democratización del conocimiento científico en el ámbito escolar.
Pensar en la democratización del conocimiento científico implica un diálogo abierto y reflexivo, basado no solo en el protagonismo y los intereses de los estudiantes, sino también en la comprensión de los conflictos, la reflexión y la duda en el debate, sin necesidad de alcanzar una única respuesta válida.
El problema del cual nos ocuparemos en esta instancia es el tratamiento de residuos urbanos en la ciudad de Florida. Entendemos que es una temática del ámbito medioambiental, aunque tiene vinculación directa con la salud, la educación y el urbanismo. Consideramos que la educación para la salud está directamente implicada en este asunto, ya que no hay un cambio de actitudes hacia el medioambiente sin una educación en este sentido.
En la bibliografía dedicada a la Didáctica de la Geografía existe cierto consenso en definir que una de las finalidades formativas de la geografía escolar contemporánea es la formación de ciudadanos intelectualmente críticos, geográficamente reflexivos y ambientalmente participativos. Sin embargo, existen investigaciones que muestran ciertas particularidades de la enseñanza en ese espacio curricular: énfasis en la descripción, nomenclaturización, clasificación y localización de hechos geográficos; establecimiento de algunas relaciones espaciales, fundamentalmente monocausales; promoción de lo absoluto, atemporal, neutro, fragmentado y objetivo del conocimiento; escaso o nulo compromiso social.
Aunque desde los discursos docentes se plantea una renovación en la enseñanza de la Geografía que se orienta hacia la explicación y/o comprensión de los procesos territoriales, las investigaciones evidencian prácticas tradicionales que no materializan esa intención.
Entonces, ¿cómo superar ese divorcio entre las acciones de enseñanza de los docentes y las finalidades formativas de la geografía escolar
contemporánea?
Para atender esa situación, en este artículo se abordan las características esenciales de los principios básicos de la Geografía y su papel
en la enseñanza, con el propósito de ofrecer insumos que permitan una revisión de las teorías implícitas, de las ideas, de las creencias y de los
valores, que sustentan las propuestas de trabajo que se aplican en las clases de Geografía, en pos de la búsqueda de posibles alternativas de
acción pedagógica.
En este artículo, la autora intenta compartir algunas reflexiones acerca de una indagación sobre concepciones de Geografía y su enseñanza. Para ello recoge testimonios sobre los recuerdos más significativos de las experiencias de aprendizaje en clases de Geografía, en un grupo de estudiantes de primer año de Magisterio del Instituto Normal de Montevideo en el año 2015.
Los testimonios que releva constituyen solo una pequeña muestra del total de los estudiantes magisteriales como para establecer generalizaciones, pero los considero valiosos en cuanto reflejan algunas maneras de enseñar Geografía, provenientes de una diversidad de planes de estudio, contextos socioeducativos, intereses y docentes.
Cabe destacar que el grupo estaba constituido por treinta y un estudiantes, de los cuales veintiocho ingresaron a la carrera de Magisterio
habiendo terminado la Educación Media en los últimos cinco años. Esto posibilita distinguir un tránsito corto de tiempo en su formación y
construcción de conocimientos en relación a esta asignatura.
Afrontar la enseñanza en el nivel educativo terciario impone nuevos desafíos y muchas interrogantes. Además, tal cual está planteada actualmente esta formación, se asiste a impartir enseñanzas de Geografía a estudiantes que recién en dos años (si siguen la carrera con regularidad) se van a enfrentar a situaciones prácticas en las que se involucran temáticas del programa escolar de Geografía.
En las instancias de pensar sus propias prácticas recibirán las orientaciones de las maestras adscriptoras y de la directora de la escuela, que
es la profesora de didáctica de todas las asignaturas escolares. También cuentan con un taller de apoyo a la práctica de treinta horas anuales,
que generalmente lo imparten docentes de Geografía.
Dados estos escenarios, se permite algunas reflexiones que apuntan a cómo recorrer con sus estudiantes magisteriales esta etapa, ¿es suficiente presentarles un programa y sugerirles una bibliografía a estudiar, sin indagar sus concepciones sobre la Geografía?, ¿esas concepciones se espera que surjan en forma espontánea o promuevo su aparición al tiempo que abordo un conocimiento geográfico determinado?, ¿cómo un estudiante terciario se enfrenta a la lectura de un texto académico?, ¿qué tipo de intervención realizo para contribuir
a la comprensión de un texto disciplinar?, ¿cómo producen un texto escrito con especificidad en la disciplina?, ¿qué tipos de desafíos les presento para problematizar la realidad social?, ¿cómo despertar la curiosidad científica y al mismo tiempo empezar a posicionarlos en el rol docente?, ¿enseño Geografía, a enseñar Geografía, o ambas?
Durante varias décadas, la Geografía escolar tanto en el nivel primario como secundario se mantuvo sin cambios sustanciales; sucesivas generaciones de estudiantes aprendieron los mismos temas y con los mismos métodos.
Es posible que los lectores asocien sus clases de Geografía con la memorización de datos, la descripción de los lugares y la localización de
montañas, ríos y capitales. Sin embargo, en los ámbitos académicos, los geógrafos hace tiempo que se ocupan de investigar nuevos temas,
se formulan interrogantes sobre problemáticas territoriales, ambientales y sociales, y desde otras perspectivas teóricas intentan elaborar renovadas explicaciones e interpretaciones a las aceleradas transformaciones y los conflictos territoriales del mundo actual.
¿Qué conocimientos deben tener los maestros para enseñar Geografía de manera renovada? ¿Solamente conocimientos disciplinares
actualizados? ¿Qué lugar ocupa la Didáctica específica en la formación de grado? ¿Qué relaciones se establecen entre el enfoque disciplinar
y la propuesta de enseñanza resultante? ¿Qué nuevas finalidades tiene la Geografía escolar? ¿Cómo deben ser las propuestas educativas coherentes con las nuevas finalidades?
En este artículo se pretende aportar algunas respuestas a estos interrogantes, y se espera que también a otros que seguramente los lectores
se formularán.
¿Qué sentido tiene enseñar Geografía en Educación Primaria? ¿Cuál(es) Geografía(s) se enseña(n) actualmente en el contexto escolar? ¿Se enseña un saber geográfico, o se enseñan estrategias y formas de razonamiento geográfico? ¿Qué desafíos y problemas existen en la enseñanza de la Geografía escolar? ¿Qué tipo de saber geográfico circula en la clase escolar?
Estas son preguntas que seguramente tendrían múltiples respuestas. Múltiples porque habría diversas situaciones en las prácticas de la enseñanza escolar, desde donde se podrían responder y pensar estas interrogantes iniciales.
El presente número de QUEHACER EDUCATIVO está dedicado, como tema central, a la enseñanza de la Geografía en el Área del Conocimiento Social. A través de los diferentes artículos queremos brindar pistas para pensar y reflexionar sobre los sentidos de la enseñanza del saber geográfico.
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