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Una tarea ineludible de la escuela es la enseñanza de la escritura: prácticas de enseñanza en las que estamos entre el producto esperado y el proceso realizado.
Un proceso por el cual nuestros alumnos transitan para poder apropiarse de las competencias necesarias y resolver con éxito las propuestas con las que los maestros pretendemos que sean parte de la cultura escrita.
Nuestro deseo es que estas experiencias con la escritura no se les conviertan en molinos de viento que deban enfrentar cual quijotes.
Recordemos que «La alfabetización constituye un proceso profundamente social» (Cano et al., 2006:20). Hablamos de niños competentes en el uso de la lengua, pero ¿qué es lo que los docentes necesitamos, transmitir? ¿Cuál es la mejor manera para hacerlo? Y más aún, ¿somos conscientes de nuestro papel de mediadores entre nuestros alumnos y esa cultura?
En esa búsqueda didáctica y pedagógica me preocupa cómo organizamos las prácticas de la enseñanza de la escritura en la escuela y de qué manera damos cuenta de ellas, pues periódicamente, en los cursos de actualización en servicio, observo docentes preocupados y ocupados en este tema. 

En las planificaciones de los maestros encuentro palabras como reescritura, proceso cognitivo, revisión... Sin embargo, cuando indago sobre las propuestas realizadas, estas no reflejan ese discurso teórico que considera a la escritura como un conjunto de procesos.
Estamos entre el “cielo” de las teorías y la “tierra” (o territorio) de nuestras prácticas de enseñanza y... en medio estamos los docentes (y los alumnos), parados, buscando caminos, observando desde abajo e intentando, de vez en cuando, surcar los aires.
Un cielo que en ocasiones nos parece inalcanzable, pero en otras lo sentimos como el paraíso cuando logramos “la bajada” a tierra y lo aplicamos en nuestras propuestas de aula. Y es el paraíso cuando vivenciamos el cambio, producimos avances y nos apropiamos de los saberes.
Es notorio que hay dicotomía en las prácticas de enseñanza, donde las propuestas tradicionales imperan en las consignas con las que invitamos a nuestros alumnos a producir textos escritos. Inclusive cuando nos atrevemos al planteo de borradores, nos quedamos sin saber qué hacer desde allí, cómo provocar desafíos y avances en su escritura. ¿Cómo intervenir?

¿Entendemos todos lo mismo cuando estamos hablando de intervención docente, específicamente en la escritura? ¿Qué pasa cuando analizamos las producciones escritas elaboradas por nuestros alumnos?, ¿dónde debemos hacer foco?, ¿miraremos el medio vaso lleno o el medio vaso vacío?
¿Realmente somos capaces de ver los logros y los aspectos que están en desarrollo en la escritura del niño como escalones en ese proceso, o solo seguimos “corrigiendo” los déficits encontrados en estas escrituras?
¿Hasta cuándo será el maestro el único destinatario de las composiciones escritas y, a su vez, el único “ojo experto” que diga, marque o subraye “errores” en las páginas de los cuadernos escolares?

Publicado en Revista 144

El presente trabajo busca dar cuenta de parte del recorrido realizado por niños y docentes de escuelas públicas de Canelones, Salto y Soriano con relación al Sistema Solar.
Al comenzar el trabajo con nuestros alumnos se visualiza que sus saberes respecto a este tema se centran predominantemente en una etapa descriptiva; saben el nombre de los planetas, su ubicación en torno al Sol y que tienen algún movimiento, en particular el de traslación. No se cuestionan las distancias, los tamaños ni su movimiento de rotación; tampoco se preguntan cómo se sostienen ni cómo se mantiene ese movimiento. Estos datos nos parecieron relevantes a la hora de pensar nuestras intervenciones. Fue necesario entonces problematizar esos “saberes” para repensarlos a la luz de una astronomía escolar que estuviera en sintonía con una ciencia escolar que prioriza la naturaleza de la ciencia.
Para ello fue imprescindible analizar y reflexionar sobre los contenidos que era necesario abordar, así como sobre las dificultades y obstáculos a la hora de aprenderlos. Algunas de las preguntas que buscamos responder fueron; ¿qué es importante que se conceptualice del Sistema Solar? ¿Cuáles
son los obstáculos que se visualizan en la construcción que nuestros alumnos han hecho sobre él?
Se resuelve abordar estos tres aspectos en la secuencia:

1) los cambios que ha tenido el concepto de Sistema Solar, ya que como todo conocimiento científico es una construcción;

2) promover el pasaje de la descripción a la conceptualización, considerar el Sistema Solar como un conjunto gravitacional formado por una estrella, el Sol, que da nombre al sistema, y un conjunto de astros –planetas, asteroides, lunas, cometas...– que la orbitan directa o indirectamente y el espacio comprendido entre ellos;

3) redimensionar comparativamente el diámetro del Sol, de los planetas y la distancia entre todos ellos.

Publicado en Revista 142

Nota: Esta es una reedición adaptada del artículo “El movimiento... (2ª parte). De cómo la Tierra se puso a girar en torno al Sol”, publicado
en QUEHACER EDUCATIVO, Nº 64 (Abril 2004). Agradecemos a la autora por su autorización.

En más de una ocasión hemos reflexionado sobre la necesidad de abordar lo que caracteriza a la ciencia y al conocimiento que ella produce. 
El cuento que antecede este artículo es un buen ejemplo de cómo trabajar esos contenidos al mismo tiempo que se están presentando otros. (Ver Cuento) Aquí, la esencia del cuento hace referencia al movimiento relativo de los planetas y a la forma en que la humanidad lo vio y lo vivió. Pero es posible hacer otras lecturas. Por ejemplo:
► ver como el contexto científico incide sobre los conceptos;
► analizar la naturaleza de los argumentos usados en cada caso para sostener las afirmaciones;
► constatar cómo surge la necesidad de probar lo que se está afirmando;
► notar cuando aparece la diferencia entre probar evidencias y construir explicaciones.

Publicado en Revista 142

Aveces, los mayores escollos en la enseñanza están en nuestra falta de dominio del tema, de interrelacionarlo, de visualizar una transposición
didáctica adecuada.

Desde una posición topocéntrica es el Sol el que aparentemente se mueve por el cielo durante el día. Cuando decimos que el Sol sale por el Este y se oculta por el Oeste, estamos generalizando. El Sol sale exactamente por el Este y se pone exactamente por el Oeste durante los equinoccios; en esos días, los arcos y la cantidad de horas luz son iguales. 
Durante la primavera y hasta el verano, el Sol saldrá y se ocultará cada día más hacia el Sureste, el arco solar será más alto y largo, las horas luz serán más. Durante el verano, si bien el Sol sale y se pone hacia el Sureste, cada día se va acercando más al Este, disminuye lentamente la altura de su arco y la cantidad de horas luz. En otoño, el Sol comienza a salir y a ponerse del Este hacia el Noreste con la consiguiente disminución de su arco y de las horas luz. Durante el invierno regresa lentamente del Noreste al Este, su arco se hace más largo y aumentan las horas luz.

Este desplazamiento aparente no se da en toda la superficie terrestre, ni de la misma forma; es válido para nuestro país por la latitud en la que se encuentra. Si pensamos el sistema Sol-Tierra desde afuera, esto sucede porque la Tierra se traslada alrededor del Sol con su eje inclinado paralelo a sí mismo.

Publicado en Revista 142

Ninguno de los tres grupos del Nivel Cinco años en los que se realizó la secuencia de enseñanza que en parte presentamos, había trabajado Astronomíaen el Nivel Cuatro años. Por eso la iniciamos con actividades diseñadas para que los niños expresaran su pensamiento, confrontaran opiniones, defendieran convicciones.  

Varias idas y venidas marcaron el inicio del camino. Era necesario que ampliasen su idea de cielo a una bóveda y que acotasen los elementos diurnos y nocturnos a los astronómicos, a la vez que iban conociendo el movimiento aparente diurno del Sol, tanto por su observación directa como por la
variación de las sombras.

Publicado en Revista 142

En reunión del Equipo de  Investigación de se resolvió que sería interesante que se trabajasen los contenidos de cuarto grado, “Estrellas: brillo y color. Las Constelaciones”, en una escuela rural. No solo por tener un cielo con mayor visibilidad, sino por el trabajo con la comunidad. Acepté.
El grupo multigrado estaba formado por un alumno de Inicial, dos de segundo grado y dos de cuarto grado. Armé una secuencia que se iniciaba reconociendo los elementos visibles en el cielo diurno y nocturno, su clasificación, para luego concentrarnos en las estrellas.

Muchas de las actividades fueron similares a las relatadas por los compañeros en otros artículos de este monográfico: observar la misma porción de cielo durante cinco minutos, en distintos momentos del día; realizar registros escritos y fotográficos...

Les pedí que clasificaran los elementos registrados en astronómicos y meteorológicos. Dejar de lado las nubes fue inmediato, los alumnos están familiarizados con la palabra “meteorología” porque en la zona rural es muy importante conocer el informe meteorológico. También sacaron los elementos “ocasionales” en el cielo como el humo, los pájaros, una hoja que vuela, un panadero. ¿Astronómicos eran los otros? Acepté que astronómicos eran aquellos elementos que sí o sí están en el cielo, y que no son producto del “mal tiempo o del buen tiempo”. ¿El cielo era un elemento astronómico? ¿Hasta dónde llega? Repetimos la actividad con el cielo nocturno, con la ayuda de sus familias.

Pensando en lo hecho... Mucho más allá de lo que aprendieron, de las preguntas que se plantearon, de las que pudieron o no pudieron responder, sin ninguna duda, alumnos y familias comenzaron a observar el cielo nocturno de una forma diferente.

Publicado en Revista 142

En este artículo recogemos las actividades y reflexiones realizadas en dos grupos de Nivel Cinco años, en un cuarto grado y en un grupo multigrado de
escuela rural que contaba con alumnos de Inicial, segundo y cuarto grado.
En el Nivel Cinco años fue necesario estudiar primero el cielo nocturno, luego comparar sus elementos con los del cielo diurno para concluir que en la noche están todos los elementos del cielo diurno, excepto el Sol.

Publicado en Revista 142

Nos proponemos “observar el cielo” con la finalidad de comprender el porqué de sus colores.

Cuando se les pide a los escolares que dibujen el cielo diurno, en general suelen dibujarlo con coloración celeste, y si pedimos el cielo nocturno predominan los azules oscuros.
Esos dibujos responden a lo que solemos observar generalmente. 
Pero si agudizamos nuestros recuerdos, veremos que hemos visto otras coloraciones. 
Teniendo presentes esas evidencias, resulta más que pertinente que nos preguntemos por qué las coloraciones del cielo, qué variables inciden para obtener las diferentes tonalidades.

Publicado en Revista 142
Domingo, 04 Octubre 2020 20:57

Cielo, cielito lindo Una mirada astronómica

¿Astronomía en Nivel Cuatro años? ¿Qué hago? ¿Por dónde comienzo? ¿Qué tengo que enseñar? Muchas preguntas... muchas dudas. Pero
decidí embarcarme en el viaje, estaba dispuesta a aprender y a afrontar desafíos. ¿Qué implica enseñar el cielo diurno y el cielo nocturno desde una mirada astronómica?


Que todo lo que está en el cielo diurno está en el nocturno, excepto el Sol. Esta expresión tan breve encierra múltiples aspectos que debía considerar a la hora de planificar la enseñanza:
► Comenzar a construir la noción astronómica de cielo.
► Diferenciar en el cielo, los elementos astronómicos de los meteorológicos.
► Reconocer siempre la presencia del Sol en el cielo diurno.
► Ampliar el conocimiento sobre los elementos del cielo diurno a la Luna y las estrellas.
► Incorporar la noción de cielo nocturno como ausencia del Sol.


También implica acercar a los niños a los científicos que estudian “el cielo”, su lugar de trabajo, los instrumentos que utilizan.
Y así fue que comencé...

Publicado en Revista 142
Domingo, 02 Septiembre 2018 15:27

Proyecto Aratirí Un análisis desde el aula

El acercamiento del alumno hacia las Ciencias Sociales es un camino progresivo en el cual se ha encontrado con diferentes posturas y teorías
en los ocho años de escolaridad. Han trabajado desde lo cercano a lo lejano, vivenciando las diferentes formas de organización, explotación
y convivencia de las sociedades de nuestro país y del mundo. Imágenes, mapas, relatos han sido la base para que su idea del mundo fuera
tomando forma de acuerdo a sus ideas previas, fueran erróneas o no.
Todo ello hizo que se encontraran en sexto grado con una postura y un bagaje de conocimientos con los cuales comenzamos a ver qué sucede en nuestro territorio con respecto a los recursos que poseemos. Esos conocimientos no solo eran de la estructura y composición de las tierras, sino también de todos aquellos aspectos sociales que influyen en el medio buscando determinados fines. Es así que iniciamos un proceso de reflexión y allí apareció el planteo de un proyecto que se está por llevar adelante en nuestro país: la megaminería a cielo abierto.

Publicado en Revista 129
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